
Ignoro lo sucedido, pero el peso de la papa (ver ejemplar más arriba) se ha cargado el formulario de comentarios de esta entrada. Lo ha aplastado, lo ha estrujado, ¡qué sé yo lo que ha sucedido, hace un levante por Cádiz estos días que
pa qué...!. Comprendo que cuando se llega a un blog con el ánimo de comentar, en espera de la dádiva del bien ganado comentario en reciprocidad y en compromiso, y vemos que no se puede abrir el puñetero formulario, que no aparece por ninguna parte, le entra a uno cierta melancolía, cierto prurito, cierta desazón, ¡¡¡joder, para esto he incrementado yo el contador del blog a este tío!!!.
Mientras arreglo el formulario de comentarios de esta entrada -¡puede tardar días la cosa y lo mismo no sea yo capaz ni habilidoso en tales reparaciones!- siempre es posible -como alternativa loable- recurrir al generoso y vivificante comentario en otras entradas, de otros meses, de otros años, del tiempo que sea... Incluso es posible irse a comentar a otro blog de otro señor o de otra señora. Si, de todos modos, se opta por no comentar o por comentar en otro blog de otros compañeros y compañeras, en ninguno de los casos no sabré quién se habrá pasado por aquí y por lo tanto no podré corresponderle la visita. Aunque también puede suceder que se prefiera contemplar la papa y ya está. Una opción factible, y descansada, de hecho.