Como tregua que soy en este instante
aparto de la muerte las noticias,
que ciegan con su prisa todo el cosmos,
las lentas lagartijas en lo blanco,
el aire sustituto de los años...
y veo sus aspidistras, su vigencia
de hormigas, caracolas, las lombrices
que aplacan en la tierra los terrones
del pasado, las migas del mañana
que son en el crepúsculo palomas.
Un silencio se ofrece al hombre vivo,
que calla y desmenuza poco a poco
el silencio heredado de su madre,
marginado en los ojos del nacido.
Tiene en el moho dulce de su ser
el silencio un dominio de los años
y el hombre lo refriega por sus ojos,
por sus mejillas frías, por su gozo
y su deseo de bodega amante.
Sabe que el mar es sólo un nombre oculto,
prohibido, que protege con ternura
a un niño que da nombre a cada rito
y así le llama a un rito estalactitas
y a otro rito calma y soledades.
Ve los altares luego como ancianos
y ve en los sacerdotes la paciencia
del tiempo, ve los hijos que no nacen
pues es en su placenta la respuesta
blanca como columna de los templos.
Bebe de su cordura sola y virgen
porque sabe que así, de entre el olvido,
la paz lo colmará de brisa humilde.
1 comentario:
Si el niño escribía así con veintidós, no me extraña que lo haga de esta manera a los cuarenta y dos...
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