
Por otra parte, el blog donde se deja caer ese anónimo es perfectamente reconocible. Tiene su identidad, su nombre, su perfil, su temática, sus deméritos y sus virtudes, lo tenemos localizado por completo. Podemos regresar a ese blog cuantas veces queramos.
Hoy voy a darle la vuelta a todo esto. ¿Cómo? Muy sencillo. Será el blog lo que se encuadre dentro de la categoría del anonimato, mientras que lo que hubiera podido ser en otras circunstancias un comentario anónimo se convertirá en un comentario con nombre y apellidos. Para concretar más: mi nombre y mis apellidos. Pero será un comentario no alojado en ningún blog en concreto, sino en todos a la vez, en la mayoría. Será un comentario polivalente, multifuncional, válido para todos los blogs con los que uno se puede encontrar cuando navega por internet. No habrá posibilidad de impedir ese comentario, de anularlo, de borrarlo, de tergiversarlo y vapulear al comentarista en unión de seres concomitantes con el dueño del hipotético blog sin nombre. Aquí vais a ser vosotros los que corráis el riesgo y el peligro de intuir el nombre del blog, porque muy posiblemente el blog sea el vuestro, el tuyo. Así de sencillo. Venga, ya podéis mirar para otro lado, pensando que esto no va con vosotros.
Sé que voy a inmolarme de alguna manera. Lo que voy a hacer no es popular, ni procedente, ni es fashion, ni queda bien en una atiborrada comunidad bloguera que carece de un mínimo de cordura literaria, debido a la hipocresía en que precisamente caéis los que constituís la más que inmensa mayoría por mendigar los comentarios de otros en vuestras chabolas cibernéticas. Es una inmolación plenamente tóxica que va a granjearme un alejamiento -todavía más- de amigos que nunca lo fueron ni yo consideré como tales, simpatizantes que nunca fueron tales simpatizantes tampoco... Pero que haya gente que me deje de leer por aquello que últimamente estoy escribiendo en el blog... me la trae floja, para hablar de un modo vulgar pero que es el tono que me apetece emplear dado el intelecto de mis interpelados. Si me dejan de leer porque soy sincero, ¿cómo coño preferiré escribir mentiras para obtener un eco más mayoritario? Entre mis propósitos nunca ha estado el de hacer daño, el de ser mordaz por el sencillo hecho de ser mordaz. Entre mis propósitos ha estado siempre el de desengañaros. ¡Qué difícil que podáis creer esto! ¡Más bien nunca lo quisierais creer! ¿Cómo desengañaros de vuestra "pasión"? Ahora pega que penséis aquello de "¿Quién se creerá este tío que es para decir estas cosas?". Vosotros mismos, no os cortéis. Sois libres de utilizar semejante subterfugio si con eso os sentís aliviados de la tremenda carga de la verdad. Es más cómodo vivir con la falsa creencia de que sois algo. ¿Cuántas veces os he dicho que más os valdría iros al campo a disfrutar del aire puro en vez de dedicaros a escribir ripios inaguantables? No vale decir que nunca habéis pretendido ser poetas aunque escribierais mamarrachadas pseudoliterarias, que lo hacíais sólo por expresar un sentimiento, por comunicar algo. ¿Pero de qué vais? ¿A quién pretendéis engañar? ¿Vais de seres modestos que pretenden ganarse al siempre desprevenido personal haciendo gala de un pretendido rechazo de ostentación? La ostentación ya radica en lo que hacéis, en lo que pretendéis hacer sin conseguirlo. Mi crítica, mi no-anónimo, va por todos vuestros blogs, para todos vuestros blogs. Las excepciones son tan poquísimas... Y en esta autoinmolación que hago, quisiera completar del todo mi sinceridad y arrepentirme -por los cuatro costados- por todos y cada uno de los comentarios que he podido dejar en vuestros blogs anteriormente y en los que... mentí -sí, yo también os mentí- halagándoos cuando era evidente y palpable para cualquier lector ajeno e inteligente que mi halago caminaba sobre arenas movedizas. Que todo era mera adulación. Aquí pega que digáis que a vosotros os ocurría lo mismo conmigo... ¡si seréis predecibles! ¿No es cierto en el fondo que sois dignos de parodia?. Pues sí, a mí también me engulló la maraña bloguera, me llevó a decir palabras que no eran ciertas para que también os pasarais por mi blog y dijerais también vuestra mentira. Uno también cedió ante esa debilidad, pero en mí se ha dado la suerte de que fue pasajera. No comparto esta estúpida trampa de internet. Esta gran mentira que no conduce a nada. Si os quedáis dentro del cenagal, es que ni me planteo lo que eso me pueda importar o no importar.
Y por si no era bastante con el comentario polivalente que se encierra en todo lo dicho, os lo digo a las claras y a voz en grito: ¡Dedicaos a otras cosas, que sois una panda de tontorrones con blogs tontorrones a más no poder! Claro que sois muy dueños de seguir escribiendo chorradas, en Blogger, en Facebook, donde os dé la soberana gana y os plazca... No importa que no sintáis el mazazo del ridículo que hacéis. Pero el ridículo, por mucho que creáis que lo evitáis, os termina aplastando. Y si no, ojalá fueseis tan valientes de preguntar la verdad a los que creéis vuestros amigos o seguidores, precisamente a los que más os visitan y comentan. Y que éstos también tuviesen el valor de decirla. ¡Qué sorpresa os llevaríais! Porque entonces veríais que esto que he dicho en la entrada de hoy no es un punto de vista aislado ni único.