Os propongo un juego, un reto, una sugerencia compartida, como queráis llamarlo. De lo que se trata es de que no haya premeditación ninguna, sólo casualidad, espontaneidad. Buscad el último libro que estéis leyendo, las páginas en que os hayáis detenido antes de volver a reanudar la lectura al día siguiente, a la noche siguiente. Y compartidlo con nosotros, citando el libro, el autor. Yo selecciono para empezar un libro que leo a retazos, aún no lo he acabado de leer, lo leo cuando me empujan los ánimos. Se llama Un extraño para mí mismo, de Willy Peter Reese, son los diarios de un soldado alemán en el período de 1941 a 1944.
Y mi marcapáginas se detuvo precisamente en este párrafo:
Y mi marcapáginas se detuvo precisamente en este párrafo:
El frente se agitó. Por las noches se oían estallidos y tableteos en las trincheras, se veían destellos por todas partes, y empezamos a sentirnos más preocupados. Pero pronto volvió la calma. Llegaron ardientes días de verano, de una luminosidad desmedida que sólo el invierno ruso podía traer en un paisaje petrificado por la helada. Encontramos todavía margaritas heladas, unas minúsculas estrellas azules y hierbas marchitas. La tierra se cubrió de polvo de escarcha y nosotros permanecíamos sentados junto a la estufa. La leña crujía, las llamas danzaban, el viento cantaba en el tubo, y fuera giraban las estrellas.
.JPG)
8 comentarios:
Hola Fer, creo que tendre que volver a tu blog el lunes con el libro en mano porque esta en mi casa... pero seguro va a ser un bue texto, porque el libro que estoy leyendo esta interesante...
Pues a mí me pasa exactamente igual que a Ave Fenice: Estoy con Vivir para contarla, la autobiografía de García Márquez (sí, todavía, es que últimamente no dispongo de demasiado tiempo para leer), pero hoy estoy en casa de mi mami y no lo tengo por aquí. El juego me parece muy interesante y seguro que nos servirá para llevarnos a autores que desconocemos o a libros por descubrir.
Pero en seguida sus celos, como si fueran la sombra del amor, se combinaban con un trasunto de aquella nueva sonrisa que le habían dirigido aquella misma noche. Y todos los recuerdos voluptuosos eran como otros tantos esbozos que permitían a Swann hacerse una idea de las actitudes ardientes o extasiadas que ella podía tener con otros hombres. De modo que llegaba a lamentar todos y cada uno de los placeres que saboreaba junto a ella, todas y cada una de las gracias, pues sabía que un instante después iban a enriquecer con instrumentos nuevos su suplicio.
El Dr. Proust, supongo.
No se olviden de citar el autor y el libro. No se trata de adivinar lo que leemos.
Bien supuesto mi comandante. Procedo con su pèrmiso:
Marcel Proust - En busca del tiempo perdido- Tomo 1 Por la parte de Swann- Capitulo 2 Un amor de Swann.
Gracias por el ascenso a comandante con que me obsequia, Dr.
Le invito a unas birras en la cantina del cuartel.
El caso es que siempre me he preciado de ser un mero "private".
Proust, Proust, ¿de qué me suena?
Un saludo.
(Pero, mi comandante, no me niegue que no sería también un interesantísimo juego... aunque mucho me temo que yo jamás ganaría... ;-))
..."Al contrario de lo que podía esperarse, mi salud y mi moral mejoraron. Leía menos por la estrechez de mi tiempo, pero subí el tono a "La Jirafa" y me forcé a seguir escribiendo "La hojarasca" en mi nuevo cuarto con la máquina rupestre que me prestó Alfonso Fuenmayor, y en los amaneceres que antes malgastaba con el Mono Guerra. En una tarde normal en la redacción del periódico podía escribir "La Jirafa", un editorial, algunas de mis tantas informaciones sin firma, condensar un cuento policíaco y escribir las notas de última hora para el cierre de "Crónica". Por fortuna, en vez de hacerse fácil con los días, la novela en proceso empezó a imponerme sus criterios propios contra los míos y tuve la candidez de entenderlos como un síntoma de vientos propicios".
"Vivir para contarla", Gabriel García Márquez.
Llámeme Doc, Comandante Omaha. Identifiqueme con aquellos sacamuelas del Oeste que llevaban un Winchester dentro de la maleta de curar.
Proust, era hijo de un doctor, por eso se creyó enfermo toda su vida. ¿Una rebeldía contra el propio padre?
¡Qué sé yo!
Publicar un comentario