Se volvió a encontrar en aquella ciudad casualmente. Después de llevar a cabo lo previsto, decidió darse una vuelta y visitar el cuartel donde había pasado un tiempo considerable de su vida. Las cosas que abandonó allí en el fondo permanecían igual. Vio la verja en uno de cuyos barrotes dejó amarrado, como el resto de sus compañeros, el candado de la taquilla. Tal como se habían juramentado para cuando les llegara la hora de licenciarse. Aún recordaba la burla con la que miraban atrás, hacia todos aquellos candados formando una ristra jocosa que desentonaba con la efigie austera del acuartelamiento y con los semblantes abotargados de los que quedaban allí todavía por tres meses más. Luego de la fechoría se fueron todos, uniformados pero con la camiseta en la que se mostraba el dibujo alusivo al reemplazo, y comenzaron a chapotear metidos en la fuente y a verter jabón con un frenesí sobre el que habían estado cavilando durante muchas noches, cada vez que el turuta tocaba silencio y la marcialidad dejaba paso a un reposo menos patriótico, al olor del desinfectante que penetraba en la colcha verde que apenas si anulaba la remembranza del hogar. Ahora todos esos sentimientos le resultaban un tanto lejanos. Recordaba las caras de sus colegas, pero se desvanecían las razones que les impulsaban a mostrarse indisciplinados. Allí dentro llegó a hablar de otro modo, en la jerigonza que sustituía al habla de la calle, y trabó amistad con quienes eran más jóvenes que él, dándose cuenta de que la edad no diferencia tanto a las personas como el sitio de donde se viene o los anhelos que nos acucian. Después de aquello, había llegado a encontrarse con alguno de sus mandos por la calle y se sentía extraño al no tener obligación siquiera de saludarlos. Hasta agradecía el hecho de que no reparasen en él, vestido ya de paisano, una pizca más cambiado y sobre todo sin un corte de pelo al uno. Lo peor era que incluso quienes compartieron camareta con él, quienes le acompañaron en muchas guardias y limpiezas de cocina, tampoco se acordaban de su antiguo colega. Sin embargo, aún latía esa emoción de cuando cruzó por última vez el umbral del cuerpo de guardia, aunque ahora las lágrimas se le antojaban un tanto exageradas, como si hubiesen pertenecido a otra persona. Se alejó unos pasos, preguntándose si los recuerdos pueden estorbar a veces, si el paréntesis que vivió en aquel recinto tendría ahora algo que ver con su forma de regresar a casa.
(Escrito por Fermín Gámez y publicado en la separata Comunicación, del Diario de Cádiz, el 25 de junio de 1998)
De los tres que aparecen en la foto, yo soy el que está sentado
a lo Buda. La foto está tomada en San Roque (Cádiz), donde hice la
mili, en 1993.
24 comentarios:
A mi me ha encantado la historia del cuartel. Y si los recuerdos estorban...
Me recuerda o me hace pensar que la mili se aceptaba como algo obligatorio, que no se podría prescindir del servicio militar obligatorio. Pienso, hoy, que no hay nada que sea eternamente obligatorio... lo mejor la edad de entonces.
Me ha gustado el relato, Fermín. Se deja ver la mezcla de sentimientos encontrados que te pudo provocar esa experiencia. Hay algo agridulce y cierto resentimiento en aquellos candados amarrados en hilera, como la constancia de que muchos pasaron por allí sin haber querido. Es difícil olvidar experiencias así. Un abrazo
Si, tal vez los recuerdos estorben a veces, pero estoy segura que esos paréntesis tienen mucho que ver con la forma en que regresamos a casa. Un abrazo y gracias por tu visita.
Esto de los candados me ha impactado... no lo había oído nunca! Y mira que me he "chupado" alguna que otra mili! Jejeje!
Yo creo que es algo que os marca para siempre, por todo, por lo que de malo tiene y por lo bueno y limpio que se puede encontarr a pesar de los pesares...
Entrañable el recuerdo, todavía lo tienes cercano, hace dieciséis años solamente!
Un abrazo!
Un rincón de nuestras vidas, sentimientos encontrados, como bien cuentas, y sobre todo, una experiencia impuesta.
Un abrazo
Poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces...
Aunque muchas veces nos parezcan pesados, es nuestra historia, lo que vivimos, no siempre es lo que queremos pero es lo que hay, por lo menos se tiene algo que recordar o que contar en este caso...
Saludos Fermin y claro que eres merecedor de tu premio, estas letras no se escriben solas, hay que tener mucho talento para dejarlas plasmadas asi, disfruta tu mimo.
Feliz domingo!!!
jajajjaa
Muchas veces los recuerdos son muy buenos....
besitos grandotes...
Yo de pequeña queria hacer la mili. Me parecia que formaba un vinculo muy importante entre los que la hacian, y como en el fondo era un "poco, bastante machorra", no me queria quedar en caa "cosiendo y cocinando" mientras todos mis amigos varones se lo parecian pasar bomba en el cuartel. A lo maximo que llegue, naturalmente, fue a ir a la jura de bandera de mi tio y a tenre dos muñecos de recuerdo del Cir 5.
Los recuerdos sólo estorban cuando superan a las expectativas de futuro.
un abrazo
Me tocaste la fibra sensible..oye que de recuerdos, parece que fue ayer¿verdad? ... si las paredes de ese lugar pudieran hablar..cuantas historias tendrán guardadas..me encantó de veras..
Un beso guapo!.
Etapas de la vida del ayer recordadas en el hoy unos momentos que no volverás a vivir.
Un abrazo
Tu evocación me ha provocado la mía de cuando estuve en San Roque visitando a unos familiares hace ya unos lustros...
Bella narración,Fermín.
Muy buen narración Fermín.
Que bien… los candados se los colocaron a la mili.
Eso de imponer no es bueno.
Saludos
Alguna vez, el pasado es una pesada carga.
Yo no hice la mili, pero mi objeción también fue pesada. Todos los días y muchas horas. Me alegro que ya no esté ni lo uno ni lo otro. Ahora se valorará más al ejército y a las ONG, porque todo es voluntario y su trabajo sale de la entrega y la generosidad. No de la obligación.
Por cierto, me encantaría leerte directamente en el periódico. ¿Existe una versión digital?
Hola Porque me encanta como escribes me estoy haciendo adicta a tí.
Un abrazo Fuxia
Me recuerda mucho a las historias que cuenta mi marido de sus batallitas de la mili a veces divertidas y otras no tanto. Es bueno que ya no sea obligatorio sino voluntario.
Un beso
Fermín es bueno que de vez en cuando afloren ese tipo de recuerdos y que con el tiempo cambian los sentimientos de otros tiempos.
Es bueno recordar si ellos no te traen door.
Besos.
Shere.
Muy cierto.
A veces son pesada carga pero siempre son dignos de recordar.
Yo me libré de la mili por miope aunque me hicieron jurar bandera (aún tengo los dedos cruzados desde entonces).
De lo que sí me acuerdo es de haber acabado en el colegio la reválida de cuarto y romper en la útima clase de aquel lejano 1957 las perchas para hacer con ella una ruidosa ristra en venganza de... ya no me acuerdo.
Pero lo tuyo está muy bien escrito y hasta se hace amable tant adoctrinamiento forzoso.
Un abrazo.
Vine a dejarte mi pensamiento.
Las historias de cuarteles y milis no son mi fuerte!!
Proximo dia te leere con pasion
Calines
El Diablo=diabolei, etimologicamente, lo que separa.
Un saludo Fermín.
Muy lindo tu rinconcito y tu relato muy llenito de emociones visiblemente sensibles,transmite mucho el leerte!te dejo un abrazo.
¡Muah!
LLeno de nostalgia, se nota...
Muy bonita forma de contar una "batallita de la mili".
me encantó.
Un abrazo
Antes que nada decirle a Valentín que no sé si hay versión digital de estos artículos, aunque son de hace algunos años. De todos modos, podéis leer algunos más, los que he ido poniendo en el blog poco a poco, en la barra lateral, en la etiqueta donde dice ARTÍCULOS MÍOS APARECIDOS EN PRENSA.
Y os quiero agradecer a todos vuestros comentarios. Siempre es un gustazo leeros.
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